Ricardo Rojas:
El intelectual y el político
por Diego Alberto Barovero*
Nacido en Tucumán el 16 de setiembre de 1882, Ricardo Rojas provenía de una familia de abolengo criollo oriunda de Santiago del Estero, su padre Absalón era conspicuo integrante de la oligarquía local y fue dos veces gobernador de la misma. En 1899 llegó a Buenos Aires para estudiar Derecho, pero pronto se dedicó a las letras. En 1913 se casó con Julieta Quinteros.
Escribió en el diario "La Nación" y en las revistas "Caras y Caretas" y "La Novela Semanal". Incursionó en la poesía, el teatro, la critica y el ensayo. En 1903 publicó su primer obra "La Victoria del Hombre" y en 1907 "El País de la Selva".
En 1904 se inició en la docencia en la Escuela Normal de Profesores y en el Colegio Industrial de la Nación. En ellas enseñó Psicología Infantil, Historia y Castellano. En 1909, por expreso encargo de Joaquín V. González organizó la Facultad de Humanidades de la Universidad de La Plata.Hacia el centenario y con las obras "La Restauración Nacionalista", "Blasón de Plata" y "La Argentinidad" se constituyó en referente insoslayable del pensamiento nacional humanista y democrático.
En 1913, Ricardo Rojas fundó la Cátedra de Literatura Argentina y en 1922 el Instituto de Literatura Argentina, en la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires , de la que luego fue Decano. De 1917 a 1922 escribió su obra cumbre, la "Historia de la Literatura Argentina". También destacó en la dramaturgia con "Elelín", "La Casa Colonial", "Ollantay" y "La Salamanca". Fue biógrafo del Libertador General José de San Martín en su inolvidable "El Santo de La Espada" y de Domingo Faustino Sarmiento en "El Profeta de La Pampa".
Ricardo Rojas tuvo una primitiva incursión en la lucha política en los primeros comicios realizados bajo el imperio de la Ley Sáenz Peña en abril de 1912 como candidato a Diputado Nacional por la Capital Federal, como figura independiente.
En marzo de 1918, ante los primeros síntomas de la Reforma Universitaria Ricardo Rojas envió un telegrama al Comité Pro Reforma de la Universidad de Córdoba en el que expresó: "La razón está con vosotros, la reforma proyectada redundará en gloria de Córdoba y de la juventud universitaria. De corazón y mente acompáñolos desde aquí".
En 1926 fue elegido rector de la Universidad de Buenos Aires bajo el imperio de los principios reformistas de autonomía y cogobierno. Desde el rectorado impulsó el Instituto Argentino del Petróleo como una acción conjunta entre la Universidad y la recientemente creada Dirección Nacional de Yacimientos Petrolíferos Fiscales, dirigida por el Coronel Enrique Mosconi.
En aquellos años en la Facultad de Derecho se realizó un ciclo de conferencias dedicado a cuestiones de política exterior y defensa. Durante la disertación sobre “La Nación en armas” el militar Enrique Rotjër, exponente del fascismo criollo, fue abucheado por estudiantes reformistas. El Ministro de Guerra Agustín P. Justo exigió a las autoridades universitarias una sanción ejemplar para los alumnos rebeldes. El rector Ricardo Rojas contestó de forma tajante negando el derecho a las autoridades dependientes del Poder Ejecutivo a interferir en los asuntos universitarios: "La Universidad no admite injerencias extrañas, y sus autoridades no toleran lecciones. Nada tiene que hacer el señor Ministro de Guerra con la Universidad".
El golpe militar del 6 de setiembre de 1930 contra el gobierno constitucional del Presidente Hipólito Yrigoyen fue la causal por la que Ricardo Rojas ingresó decididamente a la militancia política desde las filas de la Unión Cívica Radical, a la que se afilió luego de resultar triunfante la revolución que derrocó el gobierno de ese partido. Siempre había simpatizado con la UCR y acompañado la mayoría de las reformas políticas y sociales impulsadas por los gobiernos radicales. En su primer encuentro con el gran caudillo, entonces procesado y encarcelado por la dictadura, Yrigoyen se dirigió a Ricardo Rojas con los brazos abiertos diciéndole: "Maestro, hace treinta años que el Radicalismo lo está esperando!...". Sobre su incorporación a las filas de la Unión Cívica Radical escribió que lo había hecho "no en la hora de las canongías, sino en la hora de los vejámenes". Y prosiguió: "He venido con vosotros porque ésta es una hora de sacrificios, y hubiera ido a la tumba con el remordimiento de mi conciencia si yo me hubiera mantenido en la soledad mientras mi pueblo sufría en el dolor de la carne"... "Yrigoyen y los principales caudillos del Radicalismo estaban en la cárcel, cubiertos por la injuria y la ignominia. Alvear y los principales próceres del partido estaban en el destierro. Y entonces fue cuando me adelanté a pedir un sitio". Y también diría: "Empezaron a llegar a mi casa estudiantes y obreros que me narraban los allanamientos, los espionajes, los castigos de que habían sido víctimas, como si creyeran que yo habría de comprender aquel dolor de la carne y del alma argentinas. La contemplación cristiana y patriótica de tanto absurdo dolor, me identificó místicamente con él. Sentí despertarse las reminiscencias de mi obra cultural, los ideales en que siempre había creído, la esperanza argentina que durante años me había alentado. Un hondo sentimiento de argentinidad me condujo a las filas del Radicalismo, porque era allí donde más padecía la carne argentina y el ideal de nuestros manes. Pedí la cruz del pueblo para echármela yo también al hombro y para crucificarme por la Patria".
Ricardo Rojas era la figura literaria de mayor relevancia de la Argentina y fue el más importante intelectual incorporado a la militancia política activa dentro del Radicalismo. Un hombre de la cultura que desdeñó una posición conquistada merced al bien ganado prestigio de que gozaba para comprometerse con sentimiento patriótico en la defensa de un ideal de justicia y libertad.
Cuando la dictadura de Uriburu convocó a elecciones para normalizar la situación institucional la Convención Nacional de la Unión Cívica Radical renovó su Carta Orgánica, sancionó la Plataforma y proclamó la fórmula Marcelo de Alvear-Adolfo Güemes. Ricardo Rojas encabezaba la lista de Diputados Nacionales por la Capital Federal. Pero el gobierno de facto vetó la fórmula radical y el partido decretó la abstención electoral contra la medida proscriptiva de un gobierno ilegítimo y victimario de las instituciones republicanas. Ricardo Rojas redactó y fundamentó el despacho propiciando la abstención partidaria y también escribió el manifiesto "El Comicio Cerrado" que concluye: "...En la iniquidad que denunciamos, el Radicalismo se exalta y purifica como un leño en su llama. La prueba a que se nos somete es nuestra justificación ante la historia. La Unión Cívica Radical no vive de anécdotas electorales, ni de días burocráticos, sino de ideales heroicos y de lustros históricos. Nuestro es el porvenir, porque la juventud y el pueblo están con nosotros".
Durante ese período tenebroso para la República, Rojas dio a conocer una obra que se convirtió en cumbre de la doctrina radical: "El Radicalismo de Mañana". En uno de sus pasajes expresó: "Esta realidad social nos impone un programa de emancipación económica, de autonomía creadora, de liberación nacional. Al integrar nuestra incipiente economía realizaríamos un mejoramiento de la patria y un mejoramiento de la vida popular. El Radicalismo entiende que su principal misión política consiste en organizar la Argentina como un pueblo de elevada civilización, y ello implica la necesidad de redimir a los trabajadores, dándoles tierra, habitación, cultura y seguridad".
En la última semana de diciembre de 1933, la Convención radical se volvió a reunir en la ciudad de Santa Fe, ratificando nuevamente la abstención intransigente en toda la República, informada y propiciada por Ricardo Rojas. Casi simultáneamente estallaron en distintas provincias argentinas una serie de levantamientos y revoluciones cívico-militares de origen radical; que finalmente fueron derrotadas por las fuerzas leales al gobierno del General Justo. Como represalia fueron detenidos y alojados en la Isla Martín García centenares de dirigentes partidarios, entre ellos la plana mayor de la UCR: Alvear, Pueyrredón, Güemes, Tamborini, Mosca, Guido, Noel y el mismo Rojas. El 5 de enero de 1934 se les comunicó que quienes antes del día 8 no hicieran opción por salir del país en virtud del estado de sitio, serian confinados en el lejano sur. Ante la estupefacción general, sólo Ricardo Rojas atinó a espetar jefe militar de la Isla: "Señor: ‚esta no es la Argentina por la que he trabajado durante treinta años, ni es la Patria donde he educado a varias generaciones de hombres libres..." .
Algunos, como Alvear, optaron por el exilio. Ricardo Rojas fue confinado finalmente en el penal de Ushuaia. En ese destino lo acompañaron Honorio Pueyrredón, Adolfo Güemes, Mario Guido, José Luis Cantilo, Federico Alvarez de Toledo, Juan O'Farrell, Enrique Mosca y Víctor Juan Guillot. Este último, hombre de espíritu cultivado y afecto a las letras (Había recibido dos premios municipales por libros publicados), en su obra "Paralelo 55°- Ushuaia. Dietario de un confinado" relata con prosa agradable y en tono intimista, las características de la detención que soporta junto con sus notables camaradas de cautiverio. Destaca la infatigable laboriosidad de Don Ricardo Rojas, quien no se siente disminuido por las condiciones de detención y prosigue ininterrumpidamente su obra literaria e histórica. Durante su confinamiento en ese lejano extremo continental que duró prácticamente todo el año 1934, Rojas escribió el poema "El Albatros" y también "Archipiélago" que se publicó por entregas sucesivas en “La Nación" varios años después entre agosto de 1941 y enero de 1942, para luego compendiarse en un libro, que mereció de Alfredo Palacios el siguiente comentario: "Más que de un literato, éste es el libro de un gobernante".
Como un anticipo de los desafíos del desarrollo del sur argentino, Ricardo Rojas esboza un plan de gestión para la Patagonia: la creación de un Consejo Autárquico de Gobierno y de un Juzgado letrado, del otorgamiento de franquicias aduaneras; del trazado de líneas de carreteras; del establecimiento de una ruta aérea entre Buenos Aires y Ushuaia y el asentamiento de una base naval y un plan de cateo y búsqueda de recursos petrolíferos.
En 1935 la Convención Nacional de la Unión Cívica Radical decidió levantar la abstención electoral sostenida heroicamente desde 1931. La resolución fue cuestionada severamente por Ricardo Rojas y un conjunto de convencionales, que firmaron un despacho en disidencia, propugnando el mantenimiento de la abstención.
Sostuvo en el debate: "¿Que otra cosa puede ser un radical, sino también partidario del comicio, ansioso del voto, siendo como es el Radicalismo la fuerza que pide la liberación del pueblo por medio de la expresión de la voluntad popular?. ¿Qué otra cosa, de acuerdo con nuestra doctrina se propugna que no sea el régimen representativo de gobierno cuyo instrumento es el voto?..." ."¿Que otra cosa podemos hacer, de acuerdo con nuestra historia, si el partido Radical ha nacido para garantir la libertad del voto". "No hay civilización donde no hay norma jurídica y donde el valor individual de la personalidad humana no es respetado por el régimen del Estado. El individuo no fundaría el Estado si esa fuerza se volviera en contra suyo".
Tras el abandono de la abstención Rojas se llamó a silencio durante muchos años, disconforme con el rumbo que había tomado la dirección del Comité Nacional, sin asumir jamás expresiones públicas que pudiesen dañar al partido al que tanto había defendido en horas de adversidad.
Cuando la garra del nazismo asolaba el continente europeo y faltaban apenas días, para que estallara la segunda conflagración mundial, la más sangrienta e inhumana masacre de la historia universal; Ricardo Rojas habló a la juventud universitaria de Buenos Aires. El 22 de mayo de 1939 una delegación de la Federación Universitaria de Buenos Aires se acercó a su casa para recibir la bandera nacional que el maestro donaba para una manifestación pública que se realizaría dos días después. En esa oportunidad, Ricardo Rojas les brindó a esos jóvenes su interpretación sobre la gravedad del momento que atravesaba la comunidad internacional y la sociedad argentina: "Cruje otra vez el mundo, como en los tiempos de 1810, y la tempestad se anuncia de nuevo en el anubarrado horizonte. ¡Guay de los pueblos que en la nueva crisis no sepan quienes son y donde están y cual es su destino!. Los pueblos sin conciencia nacional vigorosa serán los únicos derrotados... Ha habido en la historia una revolución inglesa... y una revolución francesa... como hay actualmente una revolución rusa, una revolución italiana y una revolución alemana; pero ha habido también una revolución argentina que recobró su tierra por la emancipación y que fundó su estado por la constitución democrática, como nacimiento de un nuevo pueblo con misión histórica en esta parte del mundo... Comprendo que en la moderna comunidad planetaria de la civilización sea imposible substraerse a las influencias internacionales; pero me refiero a que cada pueblo debe enfrentarlas con la conciencia de su propio ser, sin dejarse penetrar por ellas como de la humedad la materia porosa, ni dejarse llevar por ellas como en el viento las hojas caídas. Sacuda el vendaval los ramajes, pero haya tronco firme para resistir la tormenta. Arbol nutrido en la sustancia viva de la propia tierra, eso queremos ser... Como en las generaciones de 1810, 1837, 1853, 1880, tenía una obra que realizar en la patria, exenta de sugestiones foráneas, que son intelectualmente frívolas porque no arraigan en la vida o políticamente peligrosas porque conducen a la traición. Esta enseña es de libertad, de fraternidad y de justicia. Nada hay más sagrado para nosotros que seguirla y defenderla...".
Injustamente se ha sostenido que Ricardo Rojas tuvo frente a los totalitarismos fascista y nazi una posición ambigua, algo que es desmentido por las palabras antes citadas. Además, en el tributo que permanentemente rendía en sus obras a las generaciones de 1810, 1837 y 1853, estaba la matriz de su definición ideológica por la libertad frente al autoritarismo y la tiranía. En su corajuda adhesión al Radicalismo derrocado el 6 de setiembre y su desprecio por el ensayo corporativo de Uriburu, hacía patente su compromiso con la democracia.
Y tal fue su compromiso en la lucha contra el totalitarismo nazifascista, que retornó a la militancia partidaria activa en 1945 cuando el régimen militar convocó a elecciones generales. Fue candidato a Senador de la Unión Cívica Radical por la Capital Federal en las elecciones en que una vez más en nuestra historia se ponían en juego los altos valores de la libertad y la democracia. Derrotada la Unión Democrática, pero el viejo maestro no llegó a la banca en el Senado de la Nación.
En 1948 fue elegido Presidente de la Honorable Convención Nacional del Radicalismo, asamblea en la que habían resonado sus memorables alocuciones en defensa de los principios doctrinarios del Radicalismo. En su discurso de asunción Ricardo Rojas condenó la actitud del régimen peronista de proyectar la reforma de la Constitución Nacional. Dijo entonces "Entre esos problemas señalo, como el más importante, porque afecta a la historia y al destino de la nacionalidad, al origen y a los propósitos de la Unión Cívica Radical, el proyecto de reforma de la Constitución Argentina. Declaro sin ambages que estoy en contra de esa reforma... Estamos viviendo una hora de equívocos peligrosos para el destino de la Argentinidad. Porque haya habido unas elecciones con cuarto oscuro, creemos que la Constitución se ha cumplido. No. Los comicios exteriormente correctos no significan sino la expresión del mandato popular respecto al Poder ejecutivo y al Poder legislativo; pero ese mandato está condicionado por el texto indislocable y armónico de toda la Constitución..." El gobierno representativo debe ejercerse dentro de las limitaciones que constituyen esos poderes. Cuando el pueblo ha votado por el actual presidente no ha sido para que violara la Constitución y todas las leyes de la República, sino para que las cumpliera. Yo pienso, señores, que la Unión Cívica Radical tiene hoy, como principal problema de su destino y del destino de la República, impedir que la Constitución de 1853 sea profanada en estos días ingratos...".
Su posición se convirtió en mandato expreso de la Convención Nacional a los convencionales constituyentes electos del radicalismo, para deslegitimar la reforma abandonando las sesiones de la Convención Constituyente, como efectivamente lo hizo el bloque presidido por Moisés Lebensohn.
En la Convención Radical presidida por Don Ricardo Rojas se aprobaron la Profesión de Fe Doctrinaria y las Bases de Acción Política, que eran la traducción del histórico Programa de Avellaneda de 1945, que marcaron el retorno de la filosofía y la acción de la Unión Cívica Radical al cauce fundado en la tradición doctrinaria yrigoyenista e intransigente.
Finalizado su mandato como presidente del máximo cuerpo partidario Don Ricardo se alejó nuevamente de la militancia política activa, recluyéndose en su casona de la calle Charcas 2837.
En setiembre de 1955, la Revolución Libertadora derrocó al régimen peronista con el apoyo expreso de la totalidad de los partidos políticos democráticos argentinos. Ricardo Rojas, como la mayoría de los dirigentes políticos e intelectuales argentinos, saludó alborozado la caída de la dictadura peronista y abrigó la esperanza de que el nuevo proceso político que se iniciaba, abriera definitivamente el cauce de las grandes realizaciones argentinas en la plena vigencia de la democracia.
El gobierno provisorio de la Revolución contó con el asesoramiento institucional de la Junta Consultiva Nacional, integrada por los representantes de los partidos políticos democráticos y realizó determinadas designaciones - tanto en ministerios como en otras funciones públicas - de ciertas personalidades vinculadas a los partidos tradicionales. De tal modo, nombró embajador ante la República del Perú a Ricardo Rojas. ¿Quién mejor que él, que había contado la gesta libertadora del "Santo de la Espada", para representar a nuestro país ante la Nación que había honrado al General San Martín nombrándolo su "Protector?”.
Sin embargo rechazó hacerse cargo de la representación diplomática argentina en el Perú por entonces gobernado por el dictador Manuel Odría. La designación como embajador estaba firme, el Decreto-Ley había sido publicado y autorizada la correspondiente partida presupuestaria. Pero Ricardo Rojas jamás se hizo cargo de la legación en Perú ni mucho menos percibió los emolumentos pertinentes.
Acaecida la crisis que en 1956 produjo la división del Radicalismo, Ricardo Rojas tomó partido decididamente por la Unión Cívica Radical del Pueblo; así también lo hizo su hermano Nerio. Pero ya no tendría tiempo para seguir en la lucha a la que había dado sus mejores esfuerzos: la imprevisible muerte de su hermano menor Absalón Rojas, aquél parlamentario brillante, laborioso y de humor mordaz, había mellado fuertemente su espíritu. Continuó recluido en su casona, convertida ya en templo de la argentinidad, brindando generoso su consejo a aquél que llegara hasta ella buscándolo. Allí se apagó su vida el 29 de Julio de 1957.
Ricardo Rojas fue un polígrafo multifacético y un auténtico intelectual orgánico, autodidacta, sin más título que el de bachiller; las más prestigiosas universidades de América Latina lo distinguieron con el Doctorado "Honoris Causa". Tradicionales y prestigiosas academias e institutos literarios, científicos y culturales de Estados Unidos, Francia, España, Méjico, Venezuela, Uruguay, Perú y Brasil lo incorporaron en calidad de "Miembro de Honor", incluyendo a la Legión de Honor y a la Societé de Gens de Letres de París. Fue un fervoroso americanista y un argentino cabal y prototípico, pues pocos han interpretado y sentido como él ese espíritu esencial de la argentinidad, que aflora permanentemente en todas sus enseñanzas, sus escritos, sus discursos, y su conducta. Fue un demócrata convencido, identificado con el espíritu de la Constitución Nacional, síntesis perfecta de nuestra nacionalidad.
* Abogado. Historiador. Vicepresidente del Instituto Nacional Yrigoyeneano. Autor de “Ricardo Rojas. De las letras a la política”. Buenos Aires. 1998.
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