DIEGO ALBERTO BAROVERO

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LA UCR NO DEBE HACER ALIANZAS ELECTORALES

Es ya lugar común que los principales dirigentes de la UCR propongan abiertamente alianzas o frentes con otros partidos, fuerzas o espacios para las próximas elecciones. Incurren casi por inercia –o desconocimiento- en una desviación doctrinaria al plantear alianzas con fines exclusivamente electoralistas, ya que fue una de las mejores tradiciones de la UCR su actitud contraria a los pactos electorales. Ello no debe confundirse con falta de diálogo entre partidos y búsqueda de consensos y acuerdos fundamentales en materia de políticas públicas.

La razón de ser de la UCR fue la negativa a aceptar una componenda electoral que Julio A. Roca le propuso a Bartolomé Mitre, candidato presidencial de la Unión Cívica en 1891. “Soy radical contra el acuerdo”, afirmó entonces Leandro Alem.

Hipólito Yrigoyen decía que formar listas mixtas “siempre importan una transgresión y un compromiso restrictivo a la libertad de criterio de los partidos... implica en todo momento mutilar la capacidad política del pueblo... destruyendo anhelos y entusiasmos que mueven al ciudadano al ejercicio de su derecho. La UCR debe plantear esta cuestión desde el punto de vista de los principios que alienta en su seno. A la luz de este criterio, los acuerdos políticos ni siquiera pueden formularse”.

Y en 1897 la UCR de la Provincia de Buenos Aires en contra del acuerdo electoral conocido como Las Paralelas, declaró que “se pretende llevar al partido por caminos extraviados, caer en acuerdos, en componendas con el orden de las cosas que –precisamente- habían dado origen a la formación del Partido. Que las tradiciones y antecedentes del Partido le imponen mantenerlos en toda su integridad, con mayor razón en el momento actual, cuando correligionarios con sus energías debilitadas... buscan el concurso de fuerzas extrañas para alcanzar por medios contrarios a la índole de nuestra organización política, el triunfo de los ideales perseguidos por la UCR”.

La Convención Nacional de 1948 presidida por Ricardo Rojas asentó que “rechaza pactos o acuerdos con otras fuerzas políticas y prohíbe a sus afiliados, grupos u organismos que promuevan o se implique en iniciativas de esa índole”. Y la del año 1953 presidida por Moisés Lebensohn reafirmó que “la UCR luchará sin pactos, acuerdos, conforme a su tradición histórica”.

La tesitura antiacuerdista está impregnada de una concepción ética para el radicalismo ya que un entendimiento de estas características se hace – como parecen admitirlo abiertamente todos los dirigentes que lo proponen - únicamente para lograr el éxito electoral y abalanzarse sobre cargos públicos prescindiendo de las naturales y lógicas diferencias que separan a los partidos políticos. Todo eso constituye una actitud irrespetuosa para con los afiliados que se incorporaron atraídos por el ideario de su filosofía política.

Pocas veces en sus más de 120 años de historia la UCR se alejó de esta norma de conducta: en 1946 para constituir la Unión Democrática que enfrentó a Perón, y en 1997/99 para formar la Alianza que desplazó al menemismo del gobierno. En el primer caso, no alcanzó para triunfar. En el segundo, pudo alcanzar el triunfo electoral, pero no sirvió para gobernar exitosamente. Ambas experiencias, huelga decirlo, fueron traumáticas no solamente para el partido sino para la sociedad.

Cuando la UCR fue coherente ideológicamente y consecuente con su doctrina pudo perder elecciones, pero cuando las ganó (1916, 1922, 1928, 1963, 1983) llevó adelante gobiernos ejemplares que ejecutaron programas orientados al bien común de los ciudadanos, al desarrollo y a la emancipación de la Nación.

Haber desandado el camino de intransigencia principista y su consecuente postura contraria a los pactos y acuerdos electorales trajo consecuencias funestas para la vida partidaria cuyas consecuencias aún hoy sufre la UCR.



Diego Barovero
Vicepresidente del Instituto Nacional Yrigoyeneano.
Historiador. Convencional Nacional de la UCR

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