Hace cincuenta años, el 7 de julio 
de 1963, Arturo Umberto Illia candidato de la Unión Civica  
Radical  ganaba las elecciones presidenciales. Decimos con 
justicia que ganó porque se ha instalado en el imaginario popular –en gran 
medida por responsabilidad de los medios periodísticos- la idea de que Illia 
llegó al Presidencia de la República en forma ilegítima, por una supuesta 
proscripción del peronismo y con menos votos de los que verdaderamente 
obtuvo.
Trataremos de aportar algo a la 
verdad histórica. El proceso electoral –consecuencia del derrocamiento del 
presidente Arturo Frondizi varios meses antes- fue confuso y enredado. Regían 
prohibiciones parciales para que el peronismo – en tanto así se denominara – y 
su líder participaran de los comicios. Sin embargo desde 1962 el movimiento 
fundado por Juan Domingo Perón que se hallaba forzosamente exiliado desde su 
derrocamiento en 1955, había encontrado formas alternativas de participación 
electoral mediante otras denominaciones y la formación de frentes. De hecho, 
tras el triunfo militar del sector Azul del Ejército en la crisis castrense 
reciente, existía en medios militares la voluntad de permitir que el 
justicialismo compitiera en los comicios convocados por el presidente interino 
José María Guido para mediados de 1963. 
Todos los partidos políticos 
organizados conforme al régimen legal vigente participaron pues de los comicios 
y aceptaron las reglas de juego. Incluso el peronismo – o los peronismos, porque 
había varias fracciones incluso enemistadas entre si –  encolumnándose con la 
propuesta militar oficial de conformar un Frente Nacional  y Popular que 
podría presentar una fórmula integrada por un alto jefe militar o por un 
importante empresario de la burguesía nacional. Frustradas ambas posibilidades y 
con el explícito apoyo de Perón desde el exterior, la fórmula quedó integrada 
por el dirigente conservador Vicente Solano Lima y el ucrista Carlos Sylvestre 
Begnis. Otros dirigentes peronistas intentaron sin suerte formar un frente desde 
el Partido Demócrata Cristiano.
En un proceso tumultuoso y a pocos 
días de la elección y por diversos motivos los candidatos mencionados 
renunciaron, vale decir que por los plazos del calendario electoral no podía 
proclamarse otra fórmula distinta. Así, se resolvió salvar la crisis interna 
(tanto del Ejército que influía desembozadamente para que el gobierno interino 
apoyara la opción frentista, como del propio peronismo) acusando la famosa 
“proscripción” y difundiendo un disco con la orden de Perón de votar en blanco 
porque en realidad no quedaba otra opción. Todos los demás partidos continuaron 
con su campaña y ninguno denunció que los comicios fueran a ser 
ilegítimos.
El 
domingo 7 de julio la UCR del Pueblo con la fórmula Illia-Perette  
obtuvo el 34% del total de los votos afirmativos válidos emitidos, que 
representaba el 25,1% del total del padrón electoral. Es lógico porque los votos 
en blanco y nulos no se contabilizan para la distribución de escaños en los 
colegios electorales (En los que Illia superó ampliamente el 50%, porque la 
elección presidencial era indirecta en virtud del sistema de la Constitución 
Nacional  de 1853) y en las Cámaras del 
Congreso.
Sin 
embargo siempre se remarcó este último porcentaje (25%) por ser menor, como 
forma de deslegitimar a Illia que no era el candidato del poder y que de hecho 
sería derrocado por una conjunción de intereses económicos y políticos 
nacionales y extranjeros tres años más tarde. 
Pero 
la UCR obtuvo una cifra claramente  superior al 18.8 % de votos en blanco (seguramente 
seguidores del peronismo) y el 16. 4 % de la UCRI de Oscar Alende y poco más del 
14% de Pedro Aramburu. 
Muchos 
años más tarde, hubo presidentes elegidos que obtuvieron un porcentaje aún menor 
que don Arturo sin que por ello 
debieran sufrir el estigma 
deslegitimador o destituyente. 
El 
argumento, tan común en los opositores de la época, de la falta de legitimidad 
de su gobierno, con esos datos poco conocidos y muchas veces tergiversados queda 
pues desmentido por la verdad histórica, que por otra parte ha reivindicado 
ampliamente a Arturo 
Illia  como uno de los más extraordinarios presidentes de la 
Argentina.
Abogado e Historiador. Vicepresidente del Instituto Nacional 
Yrigoyeneano



Nota absolutamente parcial. Si bien es cierto que Illia obtuvo más votos que los blancos o impugnados, la democracia que permitió al médico cordobés llegar a Presidente fue una farsa.
ResponderBorrarSi el peronismo no hubiera estado proscripto, Illia no hubiera sido presidente, ni de una sociedad de fomento.
ResponderBorrarCoincido totalmente. Hay que acabar con el mito del Galeno Honesto, que subió gracias a que Peron estaba proscripto. Igualmente los milicos lo echaron poco menos que a patadas.
Mentiroso, con el Peronismo proscripto esas elecciones eran absolutamente ilegítimas, tratar de legitimar ese proceso fraudulento a posteriori habla muy mal del autor de esta nota. Así que para usted si ahora proscribieran a un partido estaría todo bien????
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