por Diego BAROVERO
Como una paradoja de la singular historia argentina, el próximo 28 de junio los argentinos estaremos votando una vez más, con la ilusión y el deseo de consolidar para los tiempos la democracia.
Pero un 28 de junio tambien, hace 43 años una aventura irresponsable y criminal ponía fin a una etapa democrática ejemplar iniciada con la presidencia de Arturo Umberto Illia apenas mil días antes.
Arturo Umberto Illia nació en Pergamino, el 4 de agosto de 1900, hijo de una familia italiana de agricultores y comerciantes de la Provincia de Buenos Aires. Se radicó en Cruz del Eje, provincia de Córdoba, a partir de 1929. Había obtenido el título de médico, con calificación sobresaliente en la Universidad de Buenos Aires. Fue un activo dirigente estudiantil reformista.
Como facultativo de la medicina, Illia era un humanista y filántropo, de ideas avanzadas sobre la armonía de la psiquis y la salud física. Despedido de su función de médico ferrroviario por la dictadura del general Uriburu, viajó durante casi un año, en plan de estudios y observación política, por Dinamarca, Alemania, Rusia y Francia. Allí profundizó su convicción democrática y su honda sensibilidad social. Fue senador provincial entre 1936 y 1940, durante la progresista gestión de gobierno de Amadeo Sabattini, y luego vicegobernador de la provincia durante la activa y transformadora administración de Santiago del Castillo de l940 a 1943, interrumpida por la revolución militar filonazi del 4 de junio de ese año.
Normalizada la situación institucional del pais, formó parte del legendario Bloque los 44, la bancada radical de diputados nacionales que se opusieron duramente al autoritarismo de los dos primeros gobiernos del general Perón, sin mengua de la defensa de los principios de reforma social y desarrollo económico autónomo.
Arturo Illia llegó a la Presidencia de la República en octubre de 1963. Aun cuando el peronismo estuvo proscripto en aquellas elecciones, la UCRP de Illia, había obtenido mas del 34% del total de los votos afirmativos válidos emitidos – que representaba el 25 por ciento del total del padrón electoral - por sobre el l9 % de votos en blanco-obviamente seguidores del peronismo que no fue proscripto, sino que resolvió votar en blanco siguiendo la orden de Perón desde el exterior- y el 16. 4 % de la UCRI de Oscar Alende. El argumento, tan común en los opositores de la época, de la falta de legitimidad de su gobierno, con esos datos poco conocidos y muchas veces tergiversados, ha quedado practicamente desmentido por la verdad histórica. Cabe señalar asimismo que en virtud de lo establecido en la Constitución Nacional en cuanto a la elección de presidente y vicepresidente de la Nación, que en los colegios de electores la fórmula Illia-Perette obtuvo una abrumadora mayoría que superaba con creces el 50%, con lo que el remanido argumento de la falta de legitimidad con que machacaron contumaces opositores cae por sí solo.
Desde el Gobierno, el Presidente Illia se atuvo estrictamente a la plataforma electoral del programa radical de Avellaneda de 1945. Para Illia el cumplimiento fiel del contrato electoral con la ciudadanía era un principio inamovible del sistema democrático. "Si nos esforzamos en formar una conciencia nacional, con justo contenido moral, no nos desesperaremos nunca, ni nos agotará cualquier encarnizada adversidad"- afirmaba en sus discursos, de austera retórica - "Esta es la hora de la gran revolución democrática, la única que el Pueblo quiere y espera, pacífica, si, pero profunda, etica y vivificante."
Su gobierno aplicó una política internacional independiente. Se opuso a la intervención armada de Estados Unidos en la República Dominicana. Obtuvo una resolución favorable en la ONU, que obligaba a Gran Bretaña a la discusión sobre la soberanía en las Islas Malvinas, en el marco que orientaba la descolonización de todos los territorios hasta entonces sometidos a diversos grados de dominación imperialista. Decretó la nulidad absoluta de los contratos de concesión de explotación y comercialización del petróleo por vicios de legalidad y por ser dañosos a los derechos e intereses de los argentinos. Aplicó el salario mínimo vital y móvil, y reguló los precios del consumo popular, ordenando el comercio interior con la Ley de Abastecimiento que se dictó durante su gobierno. Con esa política de precios y salarios se obtuvo un notorio incremento de la participación real de los trabajadores en la distribución del Ingreso Nacional. No aceptó negociación alguna con el Fondo Monetario Internacional, organismo con el que no tuvo relación alguna. Sin embargo, su política gradualista en materia monetaria posibilitó la virtual eliminación de la deuda externa argentina La inflación estuvo prolijamente controlada sin ajustes recesivos, y superó el promedio del 6 % anual. Hubo plena ocupación, con índices que no pasaron nunca del 4 %. El producto bruto interno creció a un ritmo de mas del seis por ciento promedio. Fue un impulsor convencido de la planificación indicativa, con el Plan Nacional de Desarrollo, un riguroso modelo de transformación democrática de las estructuras económicas y sociales.
Llevó adelante un exitoso plan de alfabetización, la defensa y promoción de la educación popular, y elevó a casi el 25 % ciento el presupuesto educativo. Fortaleció la autonomía universitaria, y jerarquizó los estudios superiores hasta niveles nunca superados después. Aplicó una reforma del hospital público y dictó la ley de medicamentos, que al propio tiempo que promovía la industria de los laboratorios nacionales, disminuyó drásticamente el costo de los remedios medicinales, considerados un bien social.
En las elecciones de renovación del Congreso de 1965, el gobierno de Illia había ya levantado gradualmente las limitaciones que pesaban sobre el peronismo, y conforme a la promesa electoral, esas restricciones caducarían totalmente para los comicios provinciales.
El golpe de Estado del 28 de junio de 1966 que derrocó al gobierno constitucional, fue uno de los actos más perjudiciales para la continuidad institucional y el auténtico desarrollo socioeconómico de la Argentina. Obedeció a varias causas: el posible retorno al poder del peronismo, su enfrentamiento con los capitales petroleros y las empresas multinacionales farmacéuticas, la extraordinaria campaña de acción psicológica a través de todos los medios de comunicación; y una nueva coalición entre las jerarquías sindicales y los mandos militares con orientación franquista e inspirados en la Doctrina de la Seguridad Nacional, son las mas mencionadas.
Aunque no se diga con frecuencia por temor a incurrir en la afirmación de algo políticamente incorrecto, hay que destacar que el golpe contra Illia fue posible fundamentalmente en virtud del pacto o alianza militar-sindical peronista, de raigambre corporativista y reminiscencias franquistas. ¿Porqué pacto? Porque todo pacto incluye una contraprestación entre las partes intervinientes, y el pacto militar-sindical peronista se concretó en la escalada de violencia gremial que se corporizó en el plan de lucha con toma de fábricas decretado por la CGT y ejecutado con precisión cronométrica y finalizó con la entrega por parte del gobierno dictatorial de Onganía entregando el manejo del sistema de las obras sociales a los sindicatos peronistas, en lo que constituye una auténtica rémora de corporativismo fascistoide y una deuda del estado democrático aún hoy. Eso ha significado afiliados a los gremios y obras sociales sin adecuada y eficaz atención médica y dirigentes sindicales corruptos y enriquecidos.
Aquel pacto entre los militares cursillistas de derecha y los sindicalistas peronistas se viene cumpliendo hasta la fecha con rigurosa minuciosidad y ha significado el mecanismo de financiamiento irregular del peronismo con los aportes de todos los trabajadores argentinos mal administrados y direccionados.
Illia fue un austero hombre republicano. Conciliaba la ética social con su conducta moral individual, una sólida honestidad intelectual y una sencilla modestia en cuanto a los bienes materiales: su única propiedad le había sido donada por el pueblo de Cruz del Eje. La idea de una revolución democrática en paz y libertad, con igualitarismo social, basado en la cooperación y los valores de la justicia social, se inspiraba en el yrigoyenismo y en la filosofía del krausismo español. Tenía una clara convicción de lo que denominaba "un orden justo", que armonizaba liberalismo político y socialismo económico. Siendo médico, poseía una importante y profunda formación jurídica. Su respeto a la ley y la Constitución Nacional, a la independencia e importancia del Poder Judicial era de una pureza infrecuente en la historia política de la Argentina. Gobernó sin estado de sitio, con absoluto respeto de las libertades publicas e individuales.
Después de su infausta caída en 1966 – de la que se conmemoran cuarenta años - y hasta su muerte en 1983, fue el símbolo de la decencia política, de la recuperación democrática, de la formación de la conciencia nacional y la preservación del patrimonio común de la Nación.
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