DIEGO ALBERTO BAROVERO

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Revalorizando a Marcelo Torcuato de Alvear



-70° aniversario de su fallecimiento-
1942 - 23 de marzo - 2012

Por Diego A. Barovero

Pocas figuras públicas tan controvertidas a la vez que ignoradas en su real dimensión como Máximo Marcelo Torcuato de Alvear. Sus propios correligionarios, los radicales, tienen el corazón dividido frente al dilema que aquél les presenta.
Por un lado le reconocen linaje de abolengo radical, ya que fue uno de los fundadores de la Unión Cívica de la Juventud y estuvo en las jornadas revolucionarias del Parque en 1890 junto a Alem – que lo tenía por uno de sus niños mimados – y junto a Yrigoyen en la revolución de 1893, al punto de haber sido designado ministro del efímero gobierno revolucionario encabezado por Juan Carlos Belgrano.
También fue integrante de la primera bancada radical en la Cámara de Diputados luego de la puesta en práctica de la Ley Sáenz Peña y hubiera sido ministro de Guerra de la primera presidencia de Yrigoyen como éste hubiera deseado, de no haber preferido Marcelo volverse a Europa con el nombramiento de embajador en Francia.
Sin negar – porque no puede negarse – que fue un gran presidente que condujo a la Argentina en el sexenio 1922-1928 por la senda del progreso consolidando las reformas democráticas de Yrigoyen y luego fue firme conductor del partido en la durísima década del ’30; muchos radicales asumieron el mito del Alvear conservador, fraguado merced a la eficaz propaganda forjista protoperonista, que lo dibujó como un oligarca infiltrado en las filas del partido radical o un niño bien que heredó los beneficios del poder por la benevolencia yrigoyenista, sin disponer de otro mérito que el prestigio de su apellido.
No puede dejar de señalarse que en los comités radicales-salvo contadas excepciones- el retrato de Alvear está ausente así como es difícil que sus dirigentes lo mencionen en la extensa galería del procerato radical. Nadie lo niega abiertamente, pero muy pocos lo reconocen.
De muy jóvenes, Ricardo Balbín y Arturo Frondizi se formaron al lado de don Marcelo que los distinguía y apreciaba. Lo acompañaron en las violentas campañas electorales de la Década Infame y daban fe de su coraje civico. Cuando en 1945 la intransigencia radical enfrentó al unionismo (la continuidad del alvearismo) para tomar la conducción del partido, Alvear comenzó a ser abiertamente impugnado. El cuestionamiento sirvió como estrategia de acumulación de poder hacia dentro de la UCR, en procura de una sana y necesaria renovación. Pero analizado en perspectiva constituyó una profunda injusticia, para con Alvear y para con la verdad histórica.
La intransigencia redactó el Programa de Avellaneda que constituyó una propuesta de avanzada, un conjunto de principios que durante cuatro décadas sirvió de basamento programático al radicalismo. Lo curioso es que el antecedente de aquella plataforma fue la de 1937, redactada por Leónidas Anastasi por encargo de Alvear para la campaña en que los conservadores le birlaron malamente la presidencia con un escandaloso fraude. Ese programa auténticamente progresista para la época recibió – como la fórmula Alvear-Mosca – el apoyo declarado y abierto del Partido Comunista.
En aquellos años Alvear fue el dirigente político más importante en impulsar la estrategia frentista democrática a semejanza del Frente Popular francés para enfrentar al naciente nazifascismo. Y frente a la Guerra Civil Española, tragedia que prologó la II Guerra Mundial, Alvear no dudó en apoyar con toda la fuerza de su prestigio a la República española ante el ataque reaccionario. Consecuentemente, ante el estallido de la conflagración mundial, fue un decidido enemigo de Hitler y Mussolini y convencido partidario de los aliados como que lo que estaba en juego era la supervivencia misma de los valores y principios de la democracia.
No se trata de inventar un Alvear de izquierda. Si pudiera encasillárselo sería un demócrata liberal que encontró en el radicalismo al que adscribió en su primera juventud el vehículo para hacer realidad la auténtica república democrática liberal.
Para sus adversarios internos, los forjistas que en definitiva se pasaron con armas y bagajes al peronismo, el radicalismo acabó cuando murió Yrigoyen y encontraron en Alvear el chivo expiatorio para imponer un relato histórico -aceptado en muchos aspectos por el propio radicalismo -que se da de bruces con la realidad política: Dos veces fue el mismo Yrigoyen el que eligió a Alvear como sucesor: en 1922 como candidato a presidente de la Nación y en 1931 para conducir y reunificar a la UCR.
¿Se equivocó Yrigoyen? Ciertamente no. Los datos de la presidencia alvearista así lo demuestran con contundencia: los más altos índices de ocupación y de participación de los trabajadores en el ingreso nacional, la profundización de la reforma patrimonial con el fortalecimiento de YPF designando al frente al coronel ingeniero Enrique Mosconi, la ubicación de la Argentina entre los diez países más desarrollados del planeta con un PBI que era el doble del de todo el continente sudamericano.
Como líder partidario su estrategia de unificación del radicalismo disperso y perseguido hubiera sido exitosa si los conservadores no hubieran recurrido sistemáticamente a la manipulación y el fraude electoral. El levantamiento de la abstención fue un error de apreciación histórica, pero no fue una claudicación como luego quisieron imponer los historiadores nacionalistas y peronistas.
Para juzgar con justicia a Alvear es imprescindible reconocer que en 1931 cuando regresó luego del golpe militar tenía más de sesenta años y el país ya era otro muy distinto que el que conoció e incluso que el que le tocó gobernar una década antes. Nunca dejó de ser un patricio; ni aunque se lo hubiera propuesto lo habría logrado. Se le reprocha su alcurnia como si fuera culpable de ello, pero se omite señalar que habiendo podido arrojarse a los brazos conservadores como tanto aristócrata tilingo, tuvo decisión y coraje para andar a los tiros defendiendo el voto libre.
Tampoco se dice que pudo haber negociado con Uriburu o Justo que probablemente le hubieran entregado la presidencia si resignaba la compañía de la chusma yrigoyenista, pero eligió quedarse con éstos y reconstruir la UCR con todos los radicales. Lo hizo a su modo, con sus límites, pero lo hizo. Y gracias a esa estrategia la generación de 1945 pudo articular su propuesta, renovar y conducir un partido que Alvear les había legado.
Su último secretario privado Guillermo D’Andrea Mohr lo definió como una político con cabeza de demócrata y corazón de patricio. No estaba equivocado. Alvear fue eso y pretender algo distinto sería alterar su identidad.
Los primeros en reconocer la identidad radical de Marcelo fueron sus amigos conservadores que le reprochaban su pertenencia partidaria y el propio Yrigoyen. No se ha escrito aún en profundidad sobre la extraña relación que unió a estos dos hombres, los dos primeros presidentes verdadera y auténticamente democráticos de la Argentina.
No deja de llamar la atención la debilidad que un político cabal y estratega consumado como Yrigoyen sentía por Marcelo. Fue Alvear quien acompañó a Yrigoyen como padrino en su ya legendario duelo con Lisandro de la Torre y que previamente le dió rudimentarias lecciones de esgrima. Fue Yrigoyen quien lo quería en su primer gabinete y nada menos que como ministro de Guerra, pero que terminó concediéndole la embajada argentina en París, su ciudad adoptiva, donde vivía feliz con su compañera de toda la vida Regina Pacini. Y en 1922 Yrigoyen se granjeó enemistades de por vida cuando prefirió inclinar la balanza interna en la UCR por la candidatura presidencial de Alvear. El plebiscito yrigoyenista de 1928 fue posible porque Alvear resistió a pie firme las presiones de sus amigos antipersonalistas para que interviniera la provincia de Buenos Aires, el bastión del poderío electoral yrigoyenista.
Es cierto que tuvieron diferencias, que en realidad fueron más ásperas entre yrigoyenistas y alvearistas que entre Yrigoyen y Alvear. Alvear no estuvo de acuerdo con el neutralismo de Yrigoyen en la I Guerra Mundial, pero no fue una discordia insalvable, ya que poco después Yrigoyen se jugó decididamente por la candidatura de Alvear relegando a otros importantes aspirantes que sentían tener más mérito que aquél para suceder al caudillo.
También es verdad que Alvear hizo declaraciones desde París tras el golpe de Estado del 6 de setiembre que fueron injustas para con Yrigoyen, pero muy pocos meses después ambos líderes se reencontraron como si nada de aquello hubiera sucedido y pusieron su empeño y energía en reconstruir el tejido del radicalismo lacerado por el accionar represivo de la dictadura que creyó poder borrar del mapa a la fuerza política que trajo consigo el imperio de la soberanía popular.Fue entonces que Yrigoyen lo eligió de nuevo a Alvear: “ Marcelo es radical. Hay que rodear a Marcelo”.

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