DIEGO ALBERTO BAROVERO

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ANTIACUERDISMO ELECTORAL E INTRANSIGENCIA

EN LA DOCTRINA DE LA U.C.R.



Luego de la revolución del ´90 la Convención de la Unión Cívica eligió la fórmula Bartolomé Mitre – Bernardo de Irigoyen para las elecciones de 1892. Roca entrevistó a Mitre a poco de su regreso de Europa y le propuso que sustituyera a Don Bernardo por José E. Uriburu (Consuegro de Roca) porque así estaría asegurado el triunfo.



Don Bartolo aceptó y Don Leandro Alem se lo reprochó. Mitre argumentó que buscaba “un acuerdo leal y patriótico de los partidos y la supresión de hechos de la lucha electoral”. Alem replicó: “Yo no acepto el acuerdo. En eso soy radical, radical intransigente”. Con esta frase Alem sentaba el Antiacuerdismo Electoral como razón de ser de lo que sería la U.C.R. Los acuerdistas fueron expulsados y se fundó la U.C.R. precisamente como reacción contra el acuerdo.



Hipólito Yrigoyen en 1891 ante el ofrecimiento de otros partidos para confeccionar listas compartidas decía que “es timbre de honor haber rechazado semejantes transacciones”.



Luego en 1893 no aceptó la invitación de la Liga Agraria para formas listas mixtas porque “siempre importan una transgresión y un compromiso restrictivo a la libertad de criterio de los partidos... implica en todo momento mutilar la capacidad política del pueblo... destruyendo anhelos y entusiasmos que mueven al ciudadano al ejercicio de su derecho. La U.C.R. debe plantear esta cuestión desde el punto de vista de los principios que alienta en su seno. A la luz de este criterio, los acuerdos políticos ni siquiera pueden formularse”.



En 1897 la U.C.R. de la Provincia de Buenos aires declaró que “se pretende llevar al partido por caminos extraviados, caer en acuerdos, en componendas con el orden de las cosas que –precisamente- habían dado origen a la formación del Partido. Que las tradiciones y antecedentes del Partido le imponen mantenerlos en toda su integridad, con mayor razón en el momento actual, cuando correligionarios con sus energías debilitadas... buscan el concurso de fuerzas extrañas para alcanzar por medios contrarios a la índole de nuestra organización política, el triunfo de los ideales perseguidos por la U.C.R.”



En 1924 -tiempos de la división entre yrigoyenistas y antipersonalistas - el Comité Nacional dijo que “repudia toda actividad partidaria que signifique alianza o acercamiento con partidos de otra orientación”.



La Convención Nacional de 1948 presidida por el egregio Ricardo Rojas asentó que “rechaza pactos o acuerdos con otras fuerzas políticas y prohibe a sus afiliados, grupos u organismos que promuevan o se implique en iniciativas de esa índole”. Y la del año 1953 reafirmó que “la U.C.R. luchará sin pactos, acuerdos, conforme a su tradición histórica.”



Hipólito Yrigoyen desde las alturas de su infabilidad principista execró a los que transan con pactos o acuerdos, sentenciando: “Benditos sean los que piden transigencia con las actitudes personales; pero los que la piden en el orden de los principios, malditos sean para siempre!”






La tesitura antiacuerdista engarza con la ética política. Por estar impregnada de ética, la repulsa a los acuerdos no cede en ninguna instancia, se trate de un entendimiento para lograr éxito electoral, o para abalanzarse sobre cargos públicos, o hacer un acomodo prescindiendo de las diferencias que separan a los Partidos políticos. Todo eso constituye una actitud irrespetuosa para con los afiliados que se incorporaron atraídos por el ideario de su filosofía política.



El Antiacuerdimo es una convicción fundamentada en claro raciocinio. Alem y también Yrigoyen fueron terminantes y éste era inflexible: “La U.C.R. tiene fe en sus hombres, pero no obstante ello, queda convocada para mantener irreductiblemente los principios fundamentales que inspiraron su doctrina”.



El Antiacuerdismo electoral marcha acollarado con la Intransigencia. Aislados pierden fuerza. El pensamiento político genera principios y la acumulación de estos estructura la doctrina política. Algunos consideran a esos postulados doctrinales de cumplimiento circunstancial, para otros son la médula de sus ideales a sostener permanentemente. Allí está la clave de la Intransigencia.



Quien está persuadido de la verdad de esos principios procura imponerlos sin concesiones, vale decir con absoluta intransigencia. La U. C. R. adoptó la Intransigencia como dogma y la hizo forma de proceder con igual vigor que sus principios doctrinarios. El desandar ese camino trajo consecuencias funestas para la vida partidaria cuyas consecuencias aún hoy se sufren .



Dr. Diego Barovero

Vicepresidente del
Instituto Nacional Yrigoyeneano

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