DIEGO ALBERTO BAROVERO

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¿Dónde quedó la mejora de la calidad institucional?


Por Diego Barovero y Fernando Blanco Muiño*




Durante la campaña electoral de cara a las elecciones presidenciales celebradas el pasado mes de octubre, el entonces Presidente de la Nación publicitaba la candidatura de su esposa y senadora por la provincia de Buenos Aires augurando que un gobierno a cargo de la todavía primera dama significaría, entre otras cosas, una mejora sustantiva en la calidad institucional del país.

Más allá de reconocer el sentido de esa afirmación en boca del propio Kirchner acerca de algo sobre lo que en su gestión de cuatro años y medio no había considerado importante, confirmando el desapego histórico del peronismo respecto de cuestiones básicas de la democracia constitucional, afloraba socialmente la idea que Cristina Fernández de Kirchner atendería cuestiones inmanentes del orden republicano que a su marido había ignorado.

Nada de eso ha sucedido en estos primeros casi noventa días de gobierno de la señora de Kirchner.Y si alguna expectativa se había generado en el discurso de apertura del período ordinario de sesiones del 1 de marzo, la misma no duró más que el propio discurso pronunciado por la Dra. Fernández, por cierto algo extenso.

Si tal como alguna vez afirmó el ex premier inglés Tony Blair, “un gobierno se define en los primeros cien días de gestión”, la Presidente lleva ya consumido casi ese tiempo y no ha demostrado ninguna línea política trascendente.

Repasemos estas semanas. En materia institucional ha mantenido la costumbre de su cónyuge y predecesor de no realizar reuniones de gabinete. Se supone que un país es gobernado por un equipo de funcionarios que en un régimen presidencialista como el argentino, el o la titular del Poder Ejecutivo, elige por su idoneidad y que se integran activamente en la gestión pública.

Durante el mandato de Kirchner, además de no haber existido ni una sola reunión de gabinete en cuatro años y medio, la nota dominante entre sus ministros fue el miedo. Ahora, sin desaparecer esa misma sensación, se ha sumado el abandono. En efecto, la Presidente no atiende a sus ministros, sólo se hace tomar fotografías con ellos (Aunque la seducen más las tomas junto a exponentes del espectáculo y el jet-set) en actos preparados para difundir su imagen. Primera confirmación que la supuesta mejora institucional no existe.

También corresponde hacer notar que la presidente Fernández de Kirchner ha ratificado al setenta y cuatro por ciento (74%) de los funcionarios que integraron el gobierno de su esposo. En algunos casos, esa ratificación recayó sobre los hombres más cuestionados y sobre los cuales pesó, en algún momento, la sospecha de salida del elenco gubernamental (Julio De Vido, Ricardo Jaime, Guillermo Moreno, entre otros). Nada de eso ha pasado, todos ellos están en funciones y manejando subsidios y fideicomisos millonarios. Segunda confirmación que la mejora institucional no existe.

En su relación con el Poder Legislativo, sistemáticamente ignorado por su predecesor, se esperaba, a la luz de su previa y dilatada trayectoria parlamentaria, que la gestión de la actual presidente significaría un cambio, una nueva relación con el Congreso, como corresponde en una república democrática; generando el imprescindible debate parlamentario que exige el normal funcionamiento de un Estado de derecho.

No fue así sin embargo, y ha quedado confirmado durante estas primeras semanas de su gobierno. El Congreso fue ratificado como una costosa escribanía de lujo del gobierno de los Kirchner, refrendando en horas proyectos como el cambio de horario o el rediseño ferroviario y cumpliendo mansamente los deseos presidenciales de repudiar a los Estados Unidos por el “valijagate”, verdadero bochorno en la historia de las relaciones exteriores argentinas.

Como complemento de ello, a la hora de seleccionar a las autoridades de comisión, el bloque del Frente para la Victoria, reunificado con el duhaldismo residual y el lavagnismo, ha efectuado designaciones llamativas, a saber. La diputada Graciela Camaño,esposa del dirigente sindical gastronómico Luis Barrionuevo, ha sido designada presidente de la estratégica y trascendente Comisión de Asuntos Constitucionales de la Cámara de Diputados, quizá acreditando que su antecedente más inmediato con el tema se remontaría a la aprobación de la asignatura Cultura Ciudadana de su escolaridad secundaria. Tercera confirmación que la mejora institucional no existe.

Indudablemente, si se piensa en una mejora en el funcionamiento de las instituciones, hay que hacer foco en la relación del Poder Ejecutivo con los partidos políticos. Durante la gestión anterior, ni el presidente Kirchner, ni su ministro del Interior fomentaron el diálogo político interpartidario. Por el contrario, el manejo de los recursos públicos repercutió en la vida interna de los partidos fracturándolos o adocenándolos, en una estrategia de “seducción presupuestaria” hacia algunos dirigentes o sectores políticos en desmedro de otros.

Con la llegada de la Dra. Fernández de Kirchner tampoco ha cambiado nada en este aspecto. No concedió audiencias a líderes parlamentarios ni a dirigentes de partidos políticos opositores, ni ha instruido a su ministro del Interior a hacerlo y mantiene la política de cooptación desplegada por su predecesor y cónyuge. Cuarta confirmación que la mejora institucional no existe.

Tal como sostenía Alexis de Tocqueville en su obra “La Democracia en América”, el rol de la prensa libre en un sistema auténticamente democrático es clave y definitorio. Así lo vio durante su estadía en los Estados Unidos contrastándolo con los mecanismos de censura practicados en la Europa del siglo XIX.

Si algo ha caracterizado al gobierno de Néstor Kirchner fue el permanente maltrato a los medios de prensa, ya que desde el atril presidencial se ocupó de denostar a medios y periodistas, nacionales y extranjeros en una acción de “apriete” sin antecedentes en la democracia argentina.

Su sucesora en la Presidencia desde el 10 de diciembre pasado, no ha modificado un ápice esa estrategia de confrontación permanente con los medios de prensa que no son adictos y obsecuentes del gobierno. También ha recurrido al atril cuanto acto oficial presidió para despacharse contra los medios de prensa, a la que endilga una suerte de actitud conspirativa y desestabilizadora permanente, salvo que se presten al sistema de contraprestación de favores ya consagrado en la gestión precente. Quinta confirmación que la mejora institucional no existe.

En materia diplomática, el ya citado affaire de la valija de Antonini Wilson, ha significado un inútil enfrentamiento con el gobierno de los EE.UU, que mutó en pocas semanas en devoluciones de gentilezas diplomáticas que no hicieron otra cosa que confirmar la sobreactuación original del conflicto por parte de la administración argentina. Posteriormente, la recepción brindada al oscuro (y no sólo por el color de su piel) dictador de la República de Guinea Ecuatorial, cuestionado en el ámbito internacional por las violaciones a derechos humanos que son características de su régimen, confirmaron que en el manejo diplomático de la nueva gestión, la improvisación es la regla.

Resultaba esperable un cambio al menos de estilo en el manejo de las relaciones exteriores argentinas durante la gestión de Cristina Fernández, sin embargo esa expectativa se desvaneció en pocas semanas. Sexta confirmación que la mejora institucional no existe.

Si se tiene en cuenta lo relativo a la vocación de trabajo de la Presidente, vale señalar que desde que asumió el gobierno en diciembre, ha demostrado una sugestiva necesidad de descanso. De ochenta días de gestión permaneció casi veinte en su residencia de El Calafate; y suele concurrir a su despacho en la Casa Rosada (sede del Poder Ejecutivo) luego del mediodía, salvo alguna que alguna cuestión protocolar la reclame con anticipación.

Parecería que la titular del Poder Ejecutivo, en su carácter de “mandataria” de sus conciudadanos y mandantes, servicio por el que percibe un emolumento y goza de un régimen de cobertura sanitaria y de previsión social especial, ha reformulado la Ley de Contrato de Trabajo estableciendo un singular régimen de licencias. En una sociedad donde el mérito importa, los ejemplos deben provenir desde arriba hacia abajo. Sin embargo la cultura del trabajo demostrada por la primera mandataria echa por tierra la esperanza de reconstruir la Argentina desde el esfuerzo diario de todos sus hombres y mujeres.

Finalmente, si se tiene en cuenta el alto grado de exposición y de incidencia que la figura de su esposo, el ex presidente Néstor Kirchner, tiene en la vida pública y aún en las determinaciones fundamentales que corresponden al gobierno, ejercidas desde una oficina montada en el selecto barrio de Puerto Madero, tendremos otra confirmación del deterioro creciente de la calidad institucional argentina.

Aún frente a las alegaciones formuladas por otro ex presidente, Eduardo Duhalde, que en 2003 impulsó y respaldó la llegada al poder de los Kirchner, la república constitucional no admite la existencia del “doble comando” en el manejo de la cosa pública ya que carece de legalidad y legitimidad. El Poder Ejecutivo según nuestra Constitución es unipersonal, por lo que no cabe un ejercicio compartido de la función presidencial, aún considerando los lazos de parentesco ni la experiencia aquilatada.

En definitiva, ¿será la mejora de la calidad institucional otra promesa como el salariazo y la revolución productiva? Mientras intentamos respondernos la pregunta, la República se degrada cada día más.




*Los autores son abogados y profesores de derecho constitucional (UBA).

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