De Radicales y ex radicales:
La actitud de Cobos y el "Panrradicalismo"
Por Diego Barovero
En julio de 1981 la revista Todo Es Historia dedicó su edición a los noventa años del radicalismo y en él su director el maestro Félix Luna publicó un artículo titulado "Los ex radicales".
La nota relata con amena prosa las escisiones y deserciones que lo largo de su -entonces- casi un siglo de existencia había afrontado la UCR. Lejos de ofrecer al lector una interpretación dogmática o cerrada acerca de las causas y los motivos de los diversos alejamientos del viejo partido protagonizados por importantes figuras de la vida nacional, el mismo "Falucho", en el epílogo de su artículo, se considera a sí mismo un ex radical que reconoce la frustración y la tragedia que significó semejante ruptura, aunque no lo considera indecorosa ni merecedora de reprobación. Algunos años después y ya con la democracia plenamente restituída en la vida de los argentinos, don Félix Luna volvió a sentirse contenido en las filas radicales para orgullo de quienes formamos parte de ellas.
La referencia al artículo, en lo que respecta al sentido de estas líneas, se centra en el comienzo, en el que anota Luna:
"-Cuando alguien, a cierta altura de su vida, se hace radical, no es que se haya hecho: es que era y no lo sabía...
"Esta aserción, acuñada en algunas de esas infinitas tertulias donde los radicales debaten interminablemente las esencias de su partido, puede complementarse con otra:
"-Cuando alguien, a cierta altura de su vida, deja de ser radical, no es que haya dejado de serlo: no era radical, pero hasta ese momento lo ignoraba...
"Y también podría agregarse, por vía de corolario:
"-De todos modos, aunque haya dejado de ser radical, algo de radical le quedará hasta el fin de sus días...".
La cita vale para analizar siquiera desde la perspectiva histórica y sociológica la actitud que le valió por estos días al vicepresidente de la Nación Julio Cobos el reconocimiento de gran parte de la ciudadanía, y en muchos casos el de sus ex correligionarios radicales (si se considera válida y legítima la existencia del pronunciamiento de un organismo interno partidario que dispuso su expulsión "de por vida" del padrón de afiliados del partido fundado por Alem) al desempatar en la votación del Senado sobre el tratamiento del proyecto de ley de las retenciones móviles en sentido contrario al interés del gobierno que integra y en conjunto con el arco opositor.
Espero que se entienda aquí bien lo que se intenta plantear. No es una revindicación de la persona ni del comportamiento político de Julio César Cleto Cobos en su totalidad, porque implicaría además una rectificación del juicio que nos mereciera oportunamente la determinación de éste y el conjunto de radicales que eligieron acercarse a los favores oficiales durante la presidencia de Néstor Kirchner en detrimento de la posibilidad de reconstruir el sistema bipartidista sobre el que se asienta el régimen democrático argentino, al renunciar a la opción de fortalcer al radicalismo como opción competititiva y fuerte, capaz de enfrentar y derrotar al justicialismo gobernate.
Ello no obstante, vale aquí aclarar que la conducción formal de la UCR, por entonces contendientes internos de Cobos y los lamados "radicales k", tampoco obraron de la mejor manera al impedir por todos los medios legales y de los otros que el radicalismo pudiera contar con candidatos propios a la presidencia y vicepresidencia de la Nación en los comicios de 2007 y condujeron al partido a un conglomerado electoral que terminó sustentando la candidatura presidencial de un afiliado al justicialismo y ex ministro de Kirchner, con lo que terminaron de diluir la opción radical confundiendo aún más al electorado.
Pero volviendo al tema, la actitud en sí del vicepresidente Julio Cobos debe valorarse en esta coyuntura dejando de lado interpretaciones maliciosas y mezquinas, como un gesto que refirma la necesidad imperiosa de reconstruir el sistema político argentino a partir de la pluralidad de ideas y el fortalecimiento de la institucionalidad. Y con vistas a ello, la reconstrucción o reconducción de la UCR y de la oposición adquiere singular trascendencia.
En este sentido cabe entonces señalar que a Cobos, como otros tantos (gobernadores, intendentes, legisladores) que por diversas situaciones y circunstancias se encuentran fuera de la estructura orgánica formal del radicalismo, no puede negársele el haber obrado de acuerdo al sistema de valores aquilatados a partir de una formación cultural y política de esencia y raíz radical, valga la redundancia.
"Defensa de la Constitución Nacional", "Federalismo", "Libertad de Sufragio", "Intransigencia" son, siguiendo la línea del maestro de radicalismo Dr. Eduardo Bautista Pondé en "Doctrina de la Unión Civica Radical" (Instituto Yrigoyeneano, 1989) cuatro principios doctrinarios de carácter prefundacional de la Unión Cívica Radical y que podríamos decir que conformaron la determinación del Vicepresidente a la hora de emitir su voto en la histórica sesión de la Cámara Alta.
Cobos es un hombre que proviene de la vida universitaria, en la que se formó no solamente como ingeniero civil, sino en la que de acuerdo a sus propias declaraciones se adscribió al radicalismo. Siempre han sido los claustros universitarios, amén de los ámbitos de formación académica de nuestra juventud, los centros de difusión ideológica y doctrinaria de la Unión Cívica Radical y el semillero donde reclutó a sus cuadros dirigentes más importantes.
El radicalismo, es obvio, atraviesa por estos tiempos su más profunda y prolongada crisis desde que fuera fundado en la última década del sigo XIX. Sin embargo ha transitado los tres siglos y diversas coyunturas problemáticas, y aún en las críticas circunstancias en las que se encuentra, no puede omitirse su influencia siquiera cultural en la formación de cuadros de gobierno aunque militen en tendencias políticas diferentes a la divisa rojiblanca. Un ex presidente de facto al que no vale la pena mencionar, sostuvo alguna vez que era imprescindible recurrir al radicalismo como escuela de gobierno y de formación política.
En los días previos al desenlace del trámite parlamentario de las retenciones auspiciadas por el gobierno de Cristina Fernández, el vicepresidente auspició y participó de buen grado de un homenaje al doctor Hipólito Yrigoyen organizado por el Instituto Nacional Yrigoyeneano en el Salón Azul del Palacio del Congreso por el 75° aniversario de su fallecimiento. Ello debió de haberse tomado como una señal.
El posterior voto de Cobos aportó fundamentalmente valores y principios históricamente ligados a la tradición radical: respetar las instituciones de la república, custodiar las libertades, promover el diálogo y la búsqueda de consensos, defender de la división de poderes, apoyar la producción nacional, custodiar las libertades, por citar solamente algunos.
La figura constitucional del vicepresidente de la República ha sido y es por estas horas objeto de escarnio y difamación por parte de personeros del gobierno nacional, quizá interesados en provocar una crisis institucional que fuerce el desplazamiento del ciudadano que desempeña dicha magistratura para impedir que permanezca en la línea sucesoria presidencial, como reaseguro del ejercicio del poder por parte al clan gobernante.
Desde la reforma constitucional de 1994 el presidente y el vicepresidente son votados en un único acto y por el sufragio directo de los ciudadanos, razón por la cual el segundo cuenta con la misma legitimidad que el primer término del binomio. El régimen constitucional argentino ha sufrido demasiados embates en la historia contemporánea como para que se tolere con cómplice silencio un ruin operación cuyo objetivo es el socavamiento de las instituciones democráticas, cualquiera sea el interés que se persiga.
Por eso, un deber de la sociedad argentina en general pero fundamentalmente del sistema político y sus principales actores en particular amparar y proteger la institución vicepresidencial como resguardo de la vigencia del régimen republicano y representativo en toda su plenitud.
Un párrafo final para el radicalismo, vilipendiado por extraños y socavado por propios. No debería desperdiciar la oportunidad que se le ha presentado casi providencialmente por los desatinos del oficialismo, sobre todo a partir del traslado del centro de la escena al Congreso, de constituirse en vértice de una opción política consistente, capaz de ser alternativa para cuando se produzca el inexorable desenlace del modelo de poder kirchnerista.
Seguramente dicha construcción no deberá asentarse en forma exclusiva sobre la UCR, pero el aporte de su territorialidad y su estructura orgánica serán determinantes. No podrá soslayarse el innegable protagonismo que deben tener en esta construcción Elisa Carrió y Margarita Stolbizer, como algunos gobernadores radicales. Por eso es esperable que lejos de asumir actitudes expulsivas y reprobatorias el radicalismo oficial, el que tiene sede en el viejo edificio de la calle Alsina, pueda ser receptivo para con expresiones políticas surgidas de su propio tronco que, en el acierto o en el error, eligieron en algún momento de su trayectoria alejarse de la vieja casa para emprender un camino propio diverso. Una especie de panrradicalismo que sea algo así como la suma de las partes, si bien no el todo.
Si es capaz de articular la tradición yrigoyeneana con una actitud abierta y renovadora que ofrezca un proyecto de país que en el marco de los principios de libertad y justicia privilegie el progreso económico con equidad social, habrá hecho una vez más en sus más de once décadas de vida una invalorable contribución a la salud del país.
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