DIEGO ALBERTO BAROVERO

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Notas para la H Convención Nacional de la UCR - Mina Clavero (Córdoba) Octubre 2008 - II

Nota sobre el partido abierto y la unidad radical
por Diego Barovero*

En las horas previas al inicio de las deliberaciones del más alto cuerpo de gobierno de la UCR el debate mediático parece conducir inexorablemente hacia la cuestión de la apertura o no del partido a los dirigentes y núcleos que en los últimos años se alejaron de la estructura orgánica radical iniciando experiencias electorales autónomas.

No vale la pena ni es lícito circunscribir la discusión en torno a este problema a la cuestión de la posibilidad de reingreso de Julio Cobos a la UCR como pretende el periodismo con empeñoso reduccionismo.

El problema radica en saber a cuántos radicales contiene a en estos momentos la estructura orgánica oficial de la UCR y cuántos de esos radicales que no están actualmente dentro de esos límites, están dispuestos a regresar al tronco partidario para dotarlo de mayor solidez y consistencia en procura de construir la alternativa al hegemonismo peronista y de cómo se instrumenta ello sin dañar el espíritu de unidad y cohesión interna de modo que la suma algebraica no sea 1+1=1.

Tampoco puede en estas singulares circunstancias que vive la UCR darse el lujo de abrir un debate a esta altura estéril en el que unos y otros se arrojen culpas a la cara para ver quién o quiénes fueron más radicales en el pasado reciente.

Ya sostuvimos en otra nota anterior ("De Radicales y ex radicales: La actitud de Cobos y el Panrradicalismo" 20/07/2008) que no se trata de hacer análisis focalizados en personas individuales y actitudes pasadas. Todos hicieron lo suyo y les caben responsabilidades en el debilitamiento del radicalismo. Unos "porque eligieron acercarse a los favores oficiales durante la presidencia de Néstor Kirchner en detrimento de la posibilidad de reconstruir el sistema bipartidista sobre el que se asienta el régimen democrático argentino, al renunciar a la opción de fortalcer al radicalismo como opción competititiva y fuerte, capaz de enfrentar y derrotar al justicialismo gobernante". Los otros porque obraron para "impedir por todos los medios legales y de los otros que el radicalismo pudiera contar con candidatos propios a la presidencia y vicepresidencia de la Nación en los comicios de 2007 y condujeron al partido a un conglomerado electoral que terminó sustentando la candidatura presidencial de un afiliado al justicialismo y ex ministro de Kirchner, con lo que terminaron de diluir la opción radical confundiendo aún más al electorado".

Sin embargo, hay que saber renunciar a la tentación de ver la realidad desde el espejo retrovisor, porque nos devolverá un paisaje que irremediablemente estamos dejando atrás, y al mirar hacia adelante nos encontraremos con el panorama que nos depara hasta arribar al horizonte a alcanzar y que debe incluirnos a todos los radicales, sin exclusiones, que deseen ser parte de la recuperación de la herramienta que nos brinde la posibilidad de dotar a la ciudadanía argentina de la alternativa de la reconstrucción de la república democrática en un clima de tolerancia y pluralismo.

Para ello es válido también recurrir al noble acervo histórico de la rica tradición radical. Si hubo un momento verdaderamente crítico en la vida de la UCR fue la caída de Hipólito Yrigoyen a manos de un golpe cívico militar, con participación de numerosos radicales llamados antipersonalistas, virulentos opositores al Peludo. Con Yrigoyen encarcelado y las filas radicales diezmadas por la persecusión y el destierro, en abril de 1931 retornó Marcelo de Alvear al país (su sucesor en la presidencia de la República) que había sido muy crítico del anciano caudillo al enterarse de su fatídico derrocamiento. Llegó a decirle a un periodista extranjero horas después de la asonada del 6 de setiembre "gobernar no es payar", denigrando la capacidad de conducción del presidente constitucional depuesto, a la sazón su correligionario y amigo. Sin embargo el gran viejo siempre confió en él: "Marcelo es radical", les decía a sus más fieles seguidores.

Alvear fue tentado a unirse a las filas del triunfalismo golpista con la posibilidad de heredar la situación política con la bendición del Régimen. Allí surgió nuevamente la fibra radical de "Marcelo", como afectuosamente le decía Yrigoyen. Establecido en el Hotel City de la Capital fue recibiendo a todos los radicales de todos los rincones de la República y de todos los núcleos internos para escucharlos, sondearlos, tantearlos y convencerlos de la necesidad de unirse para la reconstrucción de la vapuleada UCR.

Así, con la infinita y legendaria paciencia aquilatada en el ejercicio de costumbres radicales popularmente difundidas (y, porqué no decirlo, vituperadas) del "meloneo" y la "rosca", Alvear fue rodeándose de lo mejor y más noble de la UCR aunque provinieran tanto de la vertiente personalista (yrigoyenista) como antipersonalista, dejando atrás enormes agravios y profundas heridas que los habían llevado a la primera y más dolorosa división partidaria. Conformaron la Junta Nacional Pro Reorganización de la UCR (la Junta del City) firmaron el Manifiesto del City (Por el Hotel donde residía Alvear y se llevaban a cabo las reuniones). No se hablaba en el documento de exclusiones, no se juzgaba a las personas ni sus conductas. Se hacía un amplio y generoso llamado a la unidad de los radicales de corazón y de alma.

El Manifiesto decía que la situación conducía a buscar en la organización del Radicalismo el medio eficaz de salvaguardar las libertades públicas y que él podía invocar con derecho el honor de haber batallado en todos los terrenos por la verdad de las instituciones del país. "Aspiramos a que el Radicalismo, en la tarea de reconstruir vertiginosamente su unidad partidaria y en el superior y más difícil de dirigir los destinos del país, realice el régimen democrático que suponen en síntesis el gobierno de la Nación ejercido en su doble aspecto de la probidad y la competencia. Queremos en consecuencia partido con programa, organizado y funcionando de acuerdo con las reglas establecidas en sus estatutos internos, regido por el voto de sus cuerpos directivos con sanciones para todos los que lo representen en las funciones públicas y como expresión elevada de su voluntad, gobiernos controlados y de responsabilidad efectiva, moral e intelectualmente capacitados con eficacia por el mayor bien y el más alto honor de la República".

A continuación el Manifiesto expresa que "el anhelo patriótico como ciudadanos se sentirá satisfecho si la Unión Cívica Radical, dignamente fortificada en la adversidad y sobre la base de un programa concreto de gobierno, sirve una política de orden institucional, de faz social y de reconstrucción institucional" **.

Los firmantes del histórico Manifiesto habían sido yrigoyenistas y antipersonalistas, comprendieron que para derrotar a la dictadura no alcanzaba con una parte del Radicalismo, y fueron capaces de deponer tremendos enconos políticos y rencores personales que databan de la década anterior en la certeza de estar obrando con sentido de patriotismo y profundo radicalismo para dar a la república la herramienta de acción civil que requería en la necesidad de recuperar la democracia. Algunos de sus nombres merecen recordarse: Marcelo T. de Alvear, Ernesto Boatti, Julio Borda, Ricardo Caballero, Francisco Emparanza, Vicente C. Gallo, Arturo Goyeneche, Adolfo Güemes, Mario Guido, Remigio Lupo, Manuel Menchaca, Emilio Mihura, Víctor Molina, Enrique Mosca, Carlos Noel, Juan O'Farrel, Roberto M. Ortiz, Roberto Parry, Honorio Pueyrredón, Francisco Ratto, Fernando Saguier, Obdulio Siri, José P. Tamborini y Pablo Torello.

Aún habría alguna deserción posterior, como la de Ortiz que sería ministro de Justo y candidato presidencial en 1937 en oposición a la UCR y la de Caballero que fue senador nacional de la Concordancia. Pero en sustancia, muchos de los hombres que desde el antipersonalista habían sido partícipes del vilipendiado "contubernio" y habían combatido virulentamente a Yrigoyen, cruzaron el imaginario Jordán y se purificaron al reintegrarse nuevamente al radicalismo para compartir sus avatares, tonificándose "a la intemperie", para fortalecerlo y asegurar su continuidad histórica y principista para bien de la República.

El desafío que se nos presenta en esta coyuntura partidaria exige la misma dosis de realismo, generosidad y desprendimiento que supieron asumir esos grandes prohombres que hoy veneramos con devoción, porque hicieron posible la subsistencia del Radicalismo a través de la tristemente célebre Década Infame, permitiendo posteriormente ser renovado con el aporte juvenil de la intransigencia que recogió el estandarte para enfrentar al autoritarismo peronista en las décadas de los cuarenta y cincuenta.

La sociedad espera mucho del Radicalismo en estas circunstancias históricas. Sobre todo espera espíritu de grandeza y sensatez. Los radicales tenemos el deber de comprender el reclamo de la sociedad. Si somos capaces habremos hecho -otra vez en la historia patria- una importante contribución al país.





*Convencional Nacional por la Capital Federal
http://diego-barovero.blogspot.com/

**Del Mazo, Gabriel. "El Radicalismo. Ensayo sobre su historia y doctrina". Ediciones Suquia SRL. Córdoba.1984

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