DIEGO ALBERTO BAROVERO

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Cholulismo y pacatería de la gestión Macri



por Diego Barovero


Resultó imposible disfrutar como se merecía la actuacion pública en Buenos Aires de la Orquesta Sinfónica de Berlín bajo la autorizada batuta del director argentino-austríaco Jorge Uliarte.

Es que la incapacidad de gestión y la ignorancia de elementales pautas organizativas de este tipo de eventos que caracteriza a la frívola administración del ingeniero Mauricio Macri terminó desluciendo un espectáculo de significación artística mayúscula.

La agrupación sinfónica alemana brindó un concierto de exquisita factura, con un cuidado y selecto repertorio -suficientemente ecléctico como para captar la atención del amplio público que suele confluir en actuaciones masivas - de obras de Mozart, Elgar, Piazzolla, Grieg, Strauss, Brahms y Wagner, que no alcanzó a ser debidamente disfrutado porque las autoridades públicas de la ciudad no cuidaron el mínimo detalle de cortar las calles adyacentes al lugar donde se instaló el escenario. Presidente Perón, Carlos Pellegrini, Cerrito, Avenida Corrientes mantuvieron su circulación, pero colapsadas por el cierre de las dos manos de la avenida 9 de Julio y el caos vehicular y la contaminación auditiva terminar por opacar lo que debía ser una fiesta.

La democracia trajo consigo hace 25 años la apertura cultural y la realización de espectáculos y actuaciones al aire libre para permitir concentraciones masivas de ciudadanos que disfrutan y participan de manifestaciones artísticas de relieve, como Zubin Mehta, Luciano Pavarotti, Julio Bocca, por nombrar sólo algunos.

Fue el gran logro de la gestión alfonsinista que aprovechó la movilización social en pos del cambio cultural que trajo la democracia y que fue incorporada por las sucesivas administraciones, pero siempre cuidando que en ocasiones de estas características el sitio tuviera adecuado aislamiento para garantizar una acústica apropiada.

Esta vez no fue así, pese a que existe copiosa experiencia en el mundo cutural para organizar estos eventos con el apropiado realce. De por sí escasamente difundido y publicitado - extraño cuando se malgastan cuantiosas sumas en propaganda gubernamental - pudo contar con el doble o triple de asistentes.

Tal vez el lugar no debió ser la Plaza de la República si no se queria alterar la circulación céntrica y se debió trasladar a los bosques de Palermo, donde ya es tradicion el festival musical anual al aire libre de radio Amadeus.

Pero si se decidió llevarlo a cabo en la Avenida 9 de Julio entonces debieron haberse adoptado las previsiones del caso, como ya se hizo anteriormente para la actuación de dos días de un pastor de una organización religiosa internacional. No se justifica entonces esta inconsistencia de la administración macrista.

Una buena intención del Gobierno porteño por el Día de la Música terminó esmerilada por la incoherencia de no querer reorganizar el tránsito vehicular en la zona microcéntrica donde se desarrollaba el concierto.

Para vergüenza de los funcionarios organizadores sentados en las primers butacas del VIP, el director Uliarte tuvo que admitir frente al público que estaba dirigiendo sin escuchar, producto de los bocinazos y el ruido ambiente.

La actitud de los funcionarios porteños denota una mezcla de cholulismo y farolería con pacatería de la peor especie que terminó complicando todo. Ni la actuación de la Sinfónica de Berlín se lució como debería ni el tránsito circuló fluído. Una solución a medias que no dejó satisfechos ni a los vecinos que circularon por el centro ni a los que concurrimos tratando de pasar una agradable velada musical al aire libre con una de las orquestas más prestigiosas del mundo.


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