por Diego Barovero
ABOGADO, PROFESOR DE DERECHO CONSTITUCIONAL (COLEGIO NACIONAL DE BUENOS AIRES)
Cada vez que se abre un debate en torno a la reforma de la Constitución Nacional, hay que analizar las posiciones que históricamente han sostenido cada una de las fuerzas políticas protagonistas de nuestra vida institucional. En cuanto al peronismo ha tenido siempre una impronta reformista, condicionada generalmente a la necesidad de resolver la cuestión de la sucesión en el poder. Así sucedió con Perón en 1949, con Menem en 1994 y parecería que Cristina de Kirchner va por el mismo camino.
Si enfocamos la atención en la UCR, el partido político más antiguo del país, siempre defendió la integridad de la Constitución y por ende, fue reacia a toda reforma circunstancial y utilitaria.
Su adhesión a través del Núcleo de Coincidencias Básicas a la última reforma constitucional de 1994 le significó un alto grado de cuestionamiento en la sociedad, si bien es claro que Raúl Alfonsín intentó con ello atemperar el presidencialismo vigente.
Vale señalar que la actitud militante del radicalismo por la vigencia de la Constitución Nacional encuentra sustento en uno de sus principios doctrinarios prefundacionales.
Desde su surgimiento no cuestionó la Constitución de 1853-60, sino que reclamó su vigencia y en función a ello recurrió a dos modalidades de lucha: la revolución y la abstención electoral. El programa radical estaba sintetizado en el estricto cumplimento de la Constitución.
Uno de los artífices de la Constitución de 1853 fue Bernardo de Irigoyen, cofundador del radicalismo y primer gobernador radical de la Provincia de Buenos Aires. Otro de sus fundadores, Aristóbulo del Valle, profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Buenos Aires, fue uno de los más lúcidos exponentes del pensamiento constitucional.
Leandro Alem fue un estudioso del Derecho Constitucional, como lo muestran sus discursos parlamentarios que trasmiten su admiración por el pensamiento de Alberdi y compartía con del Valle el criterio de que la Constitución ordenaba el imperio de la democracia. Y esa fue también la prédica sostenida de Hipólito Yrigoyen, que había estudiado derecho constitucional con José Manuel Estrada y fue un devoto de la Constitución de 1853 y de las obras de uno de sus autores: Mariano Fragueiro.
Yrigoyen no vio jamás con simpatía las iniciativas tendientes a la reforma constitucional, pese a sus ideas innovadoras. Desde la oposición reclamó el cumplimiento de la Constitución y no propició reformas cuando estuvo en el gobierno, como tampoco lo hicieron Alvear, Frondizi e Illia.
En términos generales el radicalismo no fue propicio a las reformas constitucionales. Con haber conseguido la ley del voto universal, secreto y obligatorio consideró completado el proceso constitucional haciendo efectivo el principio de gobierno republicano y representativo
Nota publicada en "Clarín", 29 de agosto de 2012
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