A veinticinco años del fallecimiento de Arturo Illia
Sin Illia
Por Dr. Diego Barovero
El 18 de enero de 1983, hace un cuarto de siglo, los argentinos perdíamos la presencia física del por entonces último ex presidente constitucional que merecía el respeto y consideración de la totalidad de sus conciudadanos: el doctor Arturo Umberto Illia.
Golpeados por la violencia guerrillera y represiva de los años setenta, tras dos largos períodos dictatoriales a cargo de las fuerzas armadas que incluyeron la desastrosa experiencia bélica del Atlántico Sur, los argentinos nos encaminábamos a tientas hacia la normalización constitucional y democrática en el momento justo en que perdíamos un referente insoslayable de la vida política.
Hombre de partido, radical de hacha y tiza, médico rural, se había fogueado políticamente en la Córdoba que fue cuna del reformismo universitario y en las luchas cívicas de la UCR mediterránea que capitaneaba Amadeo Sabattini que ganó limpiamente elecciones a los conservadores del fraude. En dicha provincia fue senador provincial y vicegobernador de la gestión progresista de Santiago del Castillo.
Llegó al Congreso para incorporarse a la legendaria bancada radical de los 44 que presidía Balbín y vicepresidía Frondizi (siendo amigo de ambos aún luego de las discrepancias que los llevaron a la división partidaria) y, ya convertido en referente nacional insoslayable del radicalismo, fue elegido gobernador de Córdoba en 1962 aunque no pudo asumir por la anulación de los comicios que precedió a la destitución del gobierno constitucional de entonces.
Fue un presidente ejemplar, mal que les pese a los militares que lo derrocaron en concupiscente pacto con sindicalistas corruptos, periodistas ganapanes y representantes del poder financiero concentrado.
Algunos comunicadores, muchos políticos (aún sus propios correligionartios) suelen limitar su análisis de la figura de Illia a su condición de hombre bondadoso, respetuoso de las formas democráticas y a su honradez probervial.
Incurren en una omisión acerca de las verdaderas condiciones de estadista que enmarcan su personalidad.
Durante su gobierno impulsó un fuerte proceso de nacionalismo económico (anulación de contratos petroleros lesivos de la soberanía nacional, Ley de Medicamentos) y planificación indicativa, la defensa de los intereses de los sectores populares asalariados (Ley del Salario mínimo, vital y móvil, mayor participación en la distribución de la renta nacional), la mayor inversión presupuestaria en educación, ciencia y tecnología (25% del Presupuesto Nacional) y una política exterior de firme contenido antiimperialista, americanista y de autodeterminación de los pueblos. Fue entonces que se logró el máximo éxito diplomático respecto del reclamo sobre la soberanía argentina en las Islas Malvinas a través de la Resolución 2065 de la ONU que imponía a Gran Bretaña el diálogo bilateral que hubiera significado a mediano o largo plazo la recuperación pacífica del archipiélago.
Su desaparición física privó a los argentinos de un Norte insoslayable en el momento de la reconstrucción democrática. Sin embargo, no nos impide reconocer el inmenso legado doctrinario de alta política que nos dejó el presidente Arturo Illia que debería ser ejemplo para nuestros hombres y mujeres gobernantes de cualquier signo partidario.
*Vicepresidente Instituto Nacional Yrigoyeneno
dbarovero@yahoo.com.ar
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