vivir siquiera dos horas de libertad dominicana".
Hace 95 años se produjo de uno de los más significativos episodios de la historia americana en que quedo de manifiesto el profundo espíritu solidario continentalista que animo al presidente Hipólito Yrigoyen. El 24 de mayo de 1919 murió en Montevideo el poeta Amado Nervo, que se desempeñaba como embajador de México ante los gobiernos del Uruguay y de la Argentina.Eran tiempos en que la muerte de un poeta conmovía a pueblos y gobiernos.
El presidente uruguayo Baltasar Brum dispuso que el féretro que contenía los restos de Nervo fuese trasladado de Montevideo a Veracruz en el crucero Uruguay; el presidente argentino Hipólito Yrigoyen decidió que el crucero 9 de Julio lo escoltara.
Las diligencias de traslado y entrega de los restos mortales del vate a su Patria de origen fueron cumplimentadas pero al regreso a la Argentina el buque tenía instrucciones de tocar puerto en Santo Domingo, República Dominicana que desde 1916 estaba militarmente ocupada por tropas de los Estados Unidos.
Al advertir que en la fortaleza Ozama no flameaba la bandera dominicana sino la de las fuerzas de ocupación el comandante del crucero argentino consultó a las autoridades de su gobierno acerca de cuál bandera debía saludar el buque. La respuesta provino directamente del presidente Yrigoyen, y era terminante: "Id y saludad al pabellón dominicano en reconocimiento a su independencia y soberanía". El 20 de enero, el 9 de Julio fondeó frente a Santo Domingo y saludó izando a tope el pabellón dominicano.
Las memorias dicen que los pobladores cosieron de apuro con grandes trozos de tela la bandera dominicana, y que la izaron en el torreón de la fortaleza; el 9 de Julio respondió con una salva de veintiún cañonazos. El pueblo se lanzó a las calles, olvidando las prohibiciones impuestas por las tropas de ocupación, las que pidieron instrucciones a Washington y ese mismo día recibieron una sensata y conciliadora respuesta: responder los saludos con las salvas de práctica.
Ante la difusión internacional que tuvo el suceso, Washington resolvió de inmediato cablegrafiar a Santo Domingo para que fueran levantadas las disposiciones que conculcaban la libertad de expresión oral y escrita de los dominicanos. Aprovechando el nuevo clima de relativa distensión contituyeron Juntas Patrióticas que exigieron con firmeza el fin de la ocupación.
En 1921, el Congreso de las Juntas Patrióticas reunido en San Pedro del Macoris, envió un mensaje de agradecimiento especial a Yrigoyen, y al recuperar la completa independencia en 1925, la ciudad de Santo Domingo honró al presidente argentino imponiéndole su nombre a una calle céntrica.
El acontecimiento fue mucho más que un noble y atrevido gesto diplomático. El saludo al pabellón dominicano fue un hecho político, consciente y premeditado con el que Hipólito Yrigoyen señaló su profunda visión americanista, reconocida y honrada hoy por todo el concierto de naciones del mundo.
El presidente uruguayo Baltasar Brum dispuso que el féretro que contenía los restos de Nervo fuese trasladado de Montevideo a Veracruz en el crucero Uruguay; el presidente argentino Hipólito Yrigoyen decidió que el crucero 9 de Julio lo escoltara.
Las diligencias de traslado y entrega de los restos mortales del vate a su Patria de origen fueron cumplimentadas pero al regreso a la Argentina el buque tenía instrucciones de tocar puerto en Santo Domingo, República Dominicana que desde 1916 estaba militarmente ocupada por tropas de los Estados Unidos.
Al advertir que en la fortaleza Ozama no flameaba la bandera dominicana sino la de las fuerzas de ocupación el comandante del crucero argentino consultó a las autoridades de su gobierno acerca de cuál bandera debía saludar el buque. La respuesta provino directamente del presidente Yrigoyen, y era terminante: "Id y saludad al pabellón dominicano en reconocimiento a su independencia y soberanía". El 20 de enero, el 9 de Julio fondeó frente a Santo Domingo y saludó izando a tope el pabellón dominicano.
Las memorias dicen que los pobladores cosieron de apuro con grandes trozos de tela la bandera dominicana, y que la izaron en el torreón de la fortaleza; el 9 de Julio respondió con una salva de veintiún cañonazos. El pueblo se lanzó a las calles, olvidando las prohibiciones impuestas por las tropas de ocupación, las que pidieron instrucciones a Washington y ese mismo día recibieron una sensata y conciliadora respuesta: responder los saludos con las salvas de práctica.
Ante la difusión internacional que tuvo el suceso, Washington resolvió de inmediato cablegrafiar a Santo Domingo para que fueran levantadas las disposiciones que conculcaban la libertad de expresión oral y escrita de los dominicanos. Aprovechando el nuevo clima de relativa distensión contituyeron Juntas Patrióticas que exigieron con firmeza el fin de la ocupación.
En 1921, el Congreso de las Juntas Patrióticas reunido en San Pedro del Macoris, envió un mensaje de agradecimiento especial a Yrigoyen, y al recuperar la completa independencia en 1925, la ciudad de Santo Domingo honró al presidente argentino imponiéndole su nombre a una calle céntrica.
El acontecimiento fue mucho más que un noble y atrevido gesto diplomático. El saludo al pabellón dominicano fue un hecho político, consciente y premeditado con el que Hipólito Yrigoyen señaló su profunda visión americanista, reconocida y honrada hoy por todo el concierto de naciones del mundo.
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